“En mi casa hay problemas y discusiones todos los días con mi padrastro y hermanos. Al platicarlo con algunas amigas vimos que a todas nos pasaba algo parecido y por eso buscamos cómo irnos para los Estados (Unidos) sin decirle nada a nuestros padres. Así conocimos a un señor de 63 años quien dijo que nos llevaba y que luego le pagáramos, entonces nos fuimos un día después de clases y él nos llevó a un lugar donde nos encerraron”.
Habla una adolescente de 15 años que fue víctima de engaño y luego secuestro y violencia sexual durante varios días, según nos cuenta la sicóloga que la atendió, quien es integrante de la Red de Mujeres del Norte Ana Lucila. La terapeuta relata que las llevaron a una casa donde las encerraron, golpearon y obligaron a consumir drogas y alcohol bajo amenazas. Luego las abusaron y violaron hombres desconocidos durante varios días.
Tras la desaparición, sus madres y otros familiares comenzaron a publicar en sus perfiles personales de Facebook las alertas y buscaron apoyo de la Red del Norte para mover la denuncia de forma masiva y encontrar pistas de su paradero. Algunas madres acudieron a la delegación policial más cercana y las respuestas de los oficiales fue que ellos no estaban disponibles para investigar desapariciones de “chavalas berrinchudas, sino de asesinos y ladrones”.
La viralización de las búsquedas en redes sociales dio fruto, porque temerosos de ser descubiertos, los hombres que las abusaban las dejaron ir bajo amenazas de que no podían dar ningún detalle de lo vivido o alguna información que pudiera identificarles. Una a una este grupo de adolescentes fue apareciendo en estado de shock y con fuertes crisis emocionales, sin querer contar nada de lo ocurrido, nos cuenta la sicóloga, que mantiene el anonimato por su seguridad y las de las niñas.
Puertas que se cierran
En un nuevo intento de obtener justicia para sus hijas y evitar otras víctimas, algunas madres regresaron a la delegación policial y vieron con decepción cómo las autoridades las revictimizaban, al hacer interrogatorios que más bien culpaban a las chavalas de lo que les había pasado.
Solo de este grupo, varias niñas intentaron suicidarse, porque además de la violencia vivida, al volver a sus casas se encontraron con reproches, recriminaciones y violencia, no solo del núcleo familiar, sino de la opinión pública que les linchó de forma virtual en redes sociales y con rumores en las calles.
Una integrante de la Red de Mujeres de Matagalpa confirma que una familiar adolescente fue contactada por una persona que le ofreció llevarla “gratis” a Estados Unidos si conseguía a “cinco chavalas más”, para supuestamente hacer el viaje de forma irregular.
En momentos tan complejos como el actual contexto en Nicaragua, las redes de trata de personas y otros delincuentes se están aprovechando de la situación. La Red del Norte apunta que saben de chavalas que se fueron engañadas y siguen desaparecidas, sin ninguna noticia que confirme que siguen vivas.
Huir para librarse de la violencia y el sufrimiento
“Solo en cinco meses del 2022, llevamos un registro de 48 niñas desaparecidas principalmente en Chinandega, Somoto, Matagalpa y Jalapa. Tres de ellas aparecieron asesinadas”, nos cuenta una defensora de la Red del Norte. Añade que se reunieron en asamblea y al revisar casos en diferentes departamentos identificaron varios temas que actúan como expulsores de los hogares:
1. Violencia en la familia: agresiones, abusos sexuales, problemas económicos, mala comunicación con madres y padres, hijas que huyen porque no soportan la violencia que viven sus madres.
2. Engaños a través de enamoramiento: “Salen del fuego al brasero porque empiezan a enamorarlas y les hacen falsas promesas. Son víctimas de las trampas del amor romántico desde edades muy cortas. Se van tras el príncipe azul buscando la seguridad y protección que no hay en sus familias y se encuentran con agresores”, explica la defensora.
3. Oportunidades de trabajo “buenísimas” que son trampas para captar a chavalas con necesidades económicas y situaciones familiares conflictivas, que facilita que sean víctimas ideales.
A sanar las heridas
La sicóloga consultada afirma que todas vienen traumatizadas, peor aún en el caso de algunas que casi fueron asesinadas durante su cautiverio. Por esta razón reciben acompañamiento sicológico para reducir un poco el impacto de los múltiples traumas a partir de sus desapariciones y secuestros.
“Hemos atendido intentos de suicidio y otras que han recurrido a la automutilación para sobrellevar los efectos del trauma. Estas chavalas se fueron porque vivían violencia, y al volver, esta continúa y puede aumentar, al nutrirse de los comentarios en redes que las denigran. Esto deja su autoestima y dignidad en peores condiciones de las que ya se encuentran”, nos dice la terapeuta.
“Para una chavala es decepcionante y doloroso conocer la cantidad de comentarios ofensivos y vulgares en las redes diciendo que se fueron con un hombre, que eran vagas… ofendiéndolas sin conocer el problema que vivían en sus hogares y después de todo lo que les pasó.
“Hay muchas niñas que se cortan las piernas o las muñecas ─sin ánimo de suicidio─, pero que han encontrado en esto una manera de controlar su estado de ánimo y su dolor, porque sienten alivio emocional. Una de ellas me dijo que esa era su manera de sanar”, nos cuenta preocupada la sicóloga.
Viralizar alertas es clave
Las defensoras aseguran que la viralización de las alertas es una pieza clave para que sus captores las dejen regresar. Al mismo tiempo esto se convierte en otro factor traumatizante para quienes intentan retomar sus vidas tras la terrible experiencia.
“Muchas siguen decidiendo irse de sus comunidades y hasta del país, porque no aguantan vivir bajo sospecha porque ese tipo de comentarios ─que es lo que mucha gente recuerda más─ añade otro dolor al sufrimiento que ya de por sí viven. Hay que ser más empáticas con su dolor y el de las familias que han vivido un infierno pensando en lo que les pasó”, expresa la defensora consultada.
Las desapariciones de niñas se dan por muchas violencias ocultas, pero las que con suerte regresan con vida, enfrentan nuevas violencias institucionales, familiares y sociales. Esta situación merece la atención nacional porque la impunidad es nido de más violencias y las redes delincuenciales lo están aprovechando para ofrecerles una salida falsa a sus problemas.
Urge que el Estado sea realmente garante de sus derechos humanos y que como sociedad no nos unamos al coro de violencias que agravan aún más el daño. ¡No queremos que las chavalas tengan que morir para demostrar que eran víctimas!
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