Ni queques floreados ni cremas de “regalo”. El mejor reconocimiento en el Día de la Madre es el respeto a sus derechos y una distribución equitativa de las tareas de cuido y crianza. Merecemos vivir una maternidad diferente que no sea castrante. En una sociedad machista como la nuestra, se nos imponen “deberes” con altos estándares de sacrificio y abnegación por hijos e hijas. Todo para ser consideradas “buenas madres”.

“La imagen que nos venden es de una madre que puede con todo, sabe todo y debe tener tiempo para todo. Es la madre todopoderosa, aquella que deja de vivir su vida para atender, acompañar, cuidar y sacrificarse por sus hijas e hijos”, nos comenta una sicóloga feminista. Y añade que esto se asume desde un patrón sexista que recarga de tareas a las mujeres asumiendo que es su rol por haber parido.

Urge que cambiemos de mentalidad para ver la crianza y los cuidados de hijas e hijos como una responsabilidad compartida a nivel familiar y social, nos dice la terapeuta. Y agrega que no permitamos que se use la maternidad para subordinarnos. «Rechacemos ese rol de súpermujeres que deben ser madre, esposa y trabajadora perfecta porque es agotador. Tenemos derecho a vivir una maternidad diferente», apunta.

No más maternidad sacrificada

Es muy importante que tomemos conciencia que la sociedad machista relaciona amar con servir, atender, cuidar y criar. También con ser cocinera, lavadora, planchadora, maestra o sicóloga, sin reconocer el impacto que tiene asumir estas tareas en nuestra vida. Estamos cansadas de que el rol de madre implique dobles o triples jornadas y que se romantice esta explotación. A continuación, algunas ideas para cambiarnos el chip.

que es ser una buena madre

Ideas para vivir una maternidad diferente:

  • A la porra con la culpa. Esta aparece cuando aceptamos como válido ese modelo injusto de maternidad. Así que pongamos en remojo esas ideas, porque además de que es imposible ser la madre perfecta, es injusto. El hecho de convertirnos en madres no implica que nos toca todo, o la mayor parte del cuido y crianza. Tampoco que, por el hecho de ser mujeres, sabemos ser mamás de forma instintiva.
  • Crianza positiva con responsabilidades compartidas. Tanto el papá como la mamá deben asumir tareas de forma más equitativa y promover una crianza antimachista. Basta de niñas lavando platos y niños sacando basura. Hay que implementar roles para que cada integrante de la familia aprenda a hacer de todo y sea autosuficiente. Esto incluye dejar de maternar a hombres adultos que en la práctica parecen otro hijo más.
  • Mantengamos nuestros proyectos personales. Muchas abandonan sus sueños para cumplir con ese rol que tiene demasiados dedos apuntando. Tener un plan de vida con metas, pasos y tiempos para realizar nuestros proyectos, también importa. Somos personas y tenemos necesidades y aspiraciones individuales que ni las hijas e hijos, ni la pareja o familia pueden satisfacer.
una maternidad diferente y sin estereotipos
  • Tenemos derecho al descanso y autocuido: por eso es importante ponernos y poner límites. No hay que hacerlo pensando en estar en mejores condiciones para atender y cuidar a otras personas, sino porque LO MERECEMOS. Es importante parar, darnos mimos, atendernos, priorizar también nuestra salud.
  • Una responsabilidad social, no solo individual. «Hay un mantra que nos dice que la maternidad es una actividad que se debe llevar a cabo en el seno del hogar y a cargo de las mujeres, cuando tiene un carácter público y político porque viene condicionada por el contexto socioeconómico en que nos encontramos”, sostiene la periodista española Esther Vivas, autora del libro Mamá Desobediente.

Y añade que una mujer de clase media no vive la maternidad de la misma forma que una mujer sin recursos. Por eso anima a verla desde una perspectiva política, entendiendo que viene atravesada por una serie de desigualdades de género, de clase y de raza. También sostiene que para que otra maternidad sea posible es necesaria otra paternidad y que el Estado haga su parte.

Como dice el colectivo Mamá Feminista Uy, “el sistema pretende que trabajemos como si no tuviéramos hijas e hijos y que criemos como si no trabajáramos”.

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