“Un gran ser humano, un corazón único” es la frase común que comparten quienes la conocieron. Sadie María Rivas Reed nació en Matagalpa el 3 de marzo de 1960 y se destacó por ser una persona solidaria y comprometida con las causas sociales a lo largo de sus 39 años de vida.

Siendo una adolescente, fue líder de la Asociación de Estudiantes de Secundaria junto con Ernesto Cabrera “Cabrerita” y del Frente Estudiantil Revolucionario del departamento. En esos espacios llevó un mensaje abierto contra la dictadura somocista y centró su trabajo en los barrios más pobres de la ciudad. Comenzó siendo líder del colegio San José y pasó a ser reconocida a nivel municipal y nacional.

Sadie Rivas junto a su madre Mirna y su hermano Aníbal en la insurrección del 78 en Matagalpa. Foto: Archivo familiar

En agosto de 1978, la Chela o Mariíta, como era conocida, fue una de las chavalas que dirigió la movilización social conocida como La Insurrección de los niños, enfrentándose con pistolitas y escopetas a guardias y soldados entrenados. Dejando de lado sus privilegios, se integró a las estructuras clandestinas del Frente Sandinista. Volvió a la ciudad un año después como una osada y valiente guerrillera que participó en la ofensiva final contra la guardia acuartelada en esta ciudad norteña.

Tuvo varias responsabilidades en el proceso de reconstrucción del país durante los años 80 en Managua, Chontales y Matagalpa. A finales de la revolución dirigió el recién creado Movimiento Comunal Nicaragüense departamental, convencida junto con otras mujeres, de que más importante que el trabajo político, era centrarse en la salud y organización comunitaria para mejorar la calidad de vida de las personas más vulnerables.

Sadie Rivas trabajó en el Movimiento Comunal Nicaragüense de Matagalpa. Foto: Archivo familiar

Una vida de ideales de justicia social mostradas en la práctica

Promover la organización y la participación ciudadana era una de sus metas. La población la recuerda como una líder respetada, accesible y cercana que trataba a cualquier persona por igual, sin distinciones.

Ya en los 90 se graduó de ingeniera en la Universidad Nacional Agraria y en sus últimos años trabajó en CARE en proyectos de agricultura sostenible, destacándose su liderazgo para atender a la población afectada por el huracán Mitch.

Hablar de Sadie es referirse a una persona sencilla y sensible, pero con una actitud crítica que nunca se prestó a manipulaciones, aseguran amistades cercanas. De trato dulce y amable, era una mujer íntegra, buena, justa, solidaria y muy humana, entre un amplio listado de calificativos. Tenía la cualidad de ver siempre el lado positivo de las situaciones, por muy terribles que parecieran, aseguran. Añaden que con sus palabras lograba que las personas recuperaran la esperanza y reconocieran sus fortalezas.

Última imagen en vida de Sadie degustando una güirila con cuajada, tomada días antes de su fallecimiento. Foto: Archivo familiar

Su muerte en un accidente automovilístico en septiembre de 1999 dejó dolor y consternación. Desde Grupo Venancia honramos la vida de esta mujer matagalpina que con su ejemplo demostró ser consecuente y estar siempre al lado del pueblo.

Fuentes: entrevista con Lucy González, Auxiliadora Romero y el libro Memorias de la lucha sandinista de Mónica Baltodano.

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