Asegurar que hermanas y hermanos se lleven bien pasa por enseñarles a relacionarse de forma positiva desde que están bebés. La violencia entre hermanos y hermanas mayores y menores se da cuando de forma hostil, uno busca dominar al otro intimidándole, o incluso, generando un estado de terror.
Esto significa que está abusando de su poder sometiendo, humillando y tiene la intención de engrandecerse con ese acto. Si esto sucede, padres y madres no pueden ignorarlo, al contrario, deben intervenir con una estrategia clara y consistente. Esto significa que seamos firmes y establezcamos reglas claras que apliquemos siempre, no que una vez hagamos una cosa y la siguiente todo lo contrario.
Aquí te compartimos la segunda parte de recomendaciones brindadas por una psicóloga independiente feminista:
La competencia saludable puede motivar y desafiar a hermanos y hermanas a desarrollar sus habilidades y talentos. Cada persona tiene potencialidades diferentes y hay que apoyarles para que las desarrollen; nunca debe usarse para resaltar los defectos o deficiencias de nadie.
Que un hermano sea más hábil que el otro en una actividad o materia no debe significar que el otro sea menos valorado. Niños y niñas pueden aprender a ser más solidarios y cooperadores con actividades de juego o familiares donde cada quien desarrolle lo que mejor le sale.
Los comportamientos aceptables: en la familia debemos hablar sobre los comportamientos y reglas que debemos respetar. Se pueden escribir estas normas y que las niñas y niños las pinten o decoren. Deben ser claras y sencillas. Por ejemplo: usar palabras, no golpes; tratarnos con cariño y educación. Para saber si entienden estas palabras, podemos preguntar “¿sabes qué significa tratarse amablemente? Dame un ejemplo”.
Enseñar valores y desarrollar la autoestima: el compromiso como padres y madres es fomentar valores que les permitan vivir en paz y dignidad, transmitiéndoles esperanza y cariño. Valores como justicia, solidaridad, respeto, pueden modelarse con buenos tratos en nuestro rol parental y también como pareja.
Aceptemos que cada hija o hijo tienen una individualidad que le distingue con acciones de atención, cuidado y aceptación, independientemente de la edad que tengan. Esto fomenta la autoestima y la seguridad. Ningún hijo o hija debería competir por el afecto y el tiempo; cada quien debería tener el espacio para poder sentir que le toman en cuenta.
Expresión emocional sana: es clave enseñar a niñas y niños que no está mal enojarse y que hay maneras de calmarse. Podemos enseñarles que cuando tenemos enojo hay cosas que podemos hacer como respirar profundo, escribir o dibujar sobre cómo se sienten, tomar agua, escuchar música, patear una pelota, brincar, contar hasta 10…
Es importante que cada persona de la familia piense y descubra cuáles son las formas que le calman sin molestar a nadie. Promover que niñas, niños y adolescentes, hablen, dibujen o escriban lo que sienten, lo que les atemoriza, lo que les da seguridad, y también sus fortalezas, les ayuda a la regulación emocional.
Además, tenemos que dar el ejemplo implementando estas recomendaciones con nuestras propias reacciones, esto incluye hablar con alguien de confianza que nos ayude a reflexionar, hacer meditación y ejercicio. Así puede aumentar nuestra capacidad para escuchar, tener paciencia, tolerancia y llevar mejor el estrés.
Enseñar con juegos lo que son los límites: el juego rudo de padres con niños y niñas cuando son chiquitos no es malo, siempre y cuando se les enseñe que hay límites, poniendo atención en lo que se siente la otra persona.
Según algunas investigaciones, «luchar, forcejear, saltar y perseguir en un contexto de juego se asocia positivamente con la regulación emocional, el autocontrol, la lectura de señales emocionales e incluso la sensibilidad hacia los demás. Ayuda a que las niñas y niños sepan cómo negociar sus relaciones en otros entornos sociales».
Y que tengan claro que cuando la otra persona dice NO, no deben continuar haciéndolo, por ejemplo, si no quiere cosquillas o que le agarren sus cosas. Entonces la clave es control y establecer límites durante estas interacciones, así como que sea en igualdad y no usarlo en contra de alguien con menos poder.
Aprender a resolver conflictos: dialogar, escuchar y respetarnos ayuda a encontrar soluciones que beneficien a toda la familia. A hijos e hijas les servirá para el resto de sus vidas que les enseñemos que se debe respetar la propiedad, intimidad y privacidad ajena. Se trata de evitar comportamientos que causen dolor o daño a otras personas, así como no invadir sus espacios individuales.
Siempre será mejor prevenir: enseñar a los hijos e hijas que pedir disculpas ayuda a evitar conflictos. Disculparse no es humillante, sino una forma valiente de asumir responsabilidad por el daño que pudimos haber causado. Hay que escuchar argumentos contrarios a los propios, sin exaltarse. Se debe aceptar la equivocación, además de enseñar a reparar el daño físico o emocional.
Lo mejor que podemos hacer es no permitir que los resentimientos y malestares se acumulen. Enseñemos y aprendamos a usar palabras que no acusen o hieran a las demás personas ni a nosotras o nosotros mismos. Asumamos el compromiso de escucharnos con tranquilidad y respeto para negociar, buscando soluciones que nos beneficien a todas las personas involucradas.
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