En días recientes quedamos estremecidas con el caso de una quinceañera que asesinó a cuchilladas a su madre en Tipitapa. También se sabe que la relación estaba muy dañada y que había expresiones de violencia anteriores. ¿Cómo es posible que algo así pueda ocurrir? ¿Qué podemos hacer como madres, padres o personas tutoras para prevenir la violencia filio-parental y educar desde la crianza positiva?
En primer lugar, es importante que promovamos relaciones sanas de respeto y responsabilidad entre todas las personas de la familia. Mostremos nuestro amor y comuniquémonos sin violencias.
A propósito de que este 1 de junio se celebró en Nicaragua el Día del Niño y la Niña, hoy queremos compartir algunas ideas de crianza positiva para enseñar qué son los límites y cómo construir relaciones sanas desde la primera infancia.
Los límites son necesarios para educar a las infancias y guiarles en el camino de la vida acerca de lo que está bien y lo que está mal. Es nuestra obligación enseñarles cómo deben comportarse y relacionarse sanamente con otras personas. Primero reflexionemos sobre cómo ejercemos la autoridad, que no es igual al autoritarismo. Hay que evitar la violencia y la humillación en su educación, porque no es lo mismo el respeto que el miedo.
Un límite es un marco de referencia donde hijas e hijos pueden manejarse con libertad y con menos riesgos. Con límites aprenden a esperar y tolerar las frustraciones normales de la vida, así como buscar recursos y alternativas a lo que desean y no pueden satisfacer en ese momento.
Cuando desde la niñez aprenden a aceptar que a veces se les diga “no”, comprenden que deben controlarse y que las demás personas tienen necesidades a reconocer y respetar. Decidamos y practiquemos primero lo que queremos que aprendan y demos el ejemplo, puesto que no podemos pedirles que no griten si siempre les gritamos para que hagan caso, por ejemplo.
Hay varios tipos de límites
- Adecuados: son los que se aplican con firmeza, claridad y amor explicando cuál es el límite y los motivos. Niñas y niños desarrollan la comprensión y respeto por los límites, al entender de qué se trata el asunto.
- Autoritarios: son los que se aplican sin dar razones, e incluso, con gritos o amenazas; entonces su reacción puede ser de sometimiento y miedo porque temen al castigo.
- Arbitrarios: se ponen de forma incoherente para complacer a la persona adulta y no para educarles. Confunde al chavalero, no sienten congruencia y estabilidad porque no les queda claro qué se espera de ellas o ellos si las reglas cambian una y otra vez.
- Débiles: son los que se transmiten con poca convicción, como cuando les damos las indicaciones, pero no aplicamos consecuencias si no las cumplen.
- Ausentes: cuando no se pone ningún límite, niños y niñas no saben cómo actuar, entonces desafían la autoridad constantemente, porque intentan controlar la situación y sentir algo de seguridad.
¿Cómo poner límites entonces?
Educar con una disciplina positiva es actuar con firmeza y amabilidad para modular su comportamiento, haciéndole partícipe de sus actos y consecuencias.
- Tomémosles en cuenta, si escuchamos sus opiniones a la hora de poner ciertos límites, sentirán que les respetamos, generando un sentimiento de bienestar que ayudará a que los acepten de mejor manera.
- Pongamos normas claras de lo que se permite o no y las consecuencias. Hay que repetirlas muchas veces para que las puedan entender e integrar. Por ejemplo, “las tareas se hacen después de comer al regreso de la escuela, si eso no se cumple, no hay juego”.
- Hablemos de los límites en tiempo presente y situaciones concretas de forma clara: en lugar de decir “dejá de jugar y vení a comer ya”, podemos decirles “es hora de comer, después podés jugar”.
- Tratemos de hacerlo de forma positiva, por ejemplo, para que no consuma comida que cayó al piso, en lugar de gritarle “¡cochino, no comás eso”, es mejor decirle “si la comida se cayó al piso, jamás hay que comerla porque está llena de bacterias y te podés enfermar”.
- Promovamos la empatía. Cuando hace algo irrespetuoso o que produce daño, en lugar de culpabilizarle, sería recomendable ayudarle a pensar cómo se hubiera sentido si se lo hubieran hecho a él o ella; es decir, trabajar la empatía. También podemos hacerle preguntas que le ayuden a razonar: ¿qué pasó? ¿cómo podemos solucionarlo? Esto puede ser pedir disculpas en primer lugar y hacer algo que ayude a reparar el error o el daño. Así les ayudamos a desarrollar un sistema interno de control y a que sean responsables aprendiendo de sus errores.
- Fomentar la motivación propia es importante. A veces se abusa de darles recompensas a cambio del buen comportamiento y eso sólo es motivación externa no duradera, ya que pueden actuar solo para obtener la recompensa. Para que tengan ganas de hacer cosas por sí mismos o mismas, es mejor elogiarles y premiar su esfuerzo y persistencia.
- Hagamos acuerdos entre las personas cuidadoras. Algunas veces hay más de una persona a cargo de la crianza con quienes podemoscompartir criterios y tomar acuerdos para aplicar siempre, estén o no la mamá y el papá. Si las reglas cambian en dependencia de la persona que cuida, eso crea confusión e impacta en sus comportamientos.
- Evitemos calificarles con adjetivos dañinos, lo que podemos criticar son sus acciones, no a su persona. Decirle “sos una niña mala” afecta su ser, mejor digámosle: “Pegarle a otro niño no es aceptable, está muy mal usar la violencia porque le duele y hay que respetar”.
Se puede educar sin violencia y con ternura utilizando límites razonables para que las generaciones venideras tengan más herramientas para convivir de una mejor manera.
Fuentes: Guía práctica para evitar gritos, chirlas y estereotipos, Crianza sin violencia, Unicef Argentina 2016.
Cómo poner límites a los niños con respeto y empatía: siete claves de la disciplina positiva en bebesymas.com
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