Así ha cambiado la violencia contra las mujeres en Nicaragua en los últimos 20 años

Dos investigaciones sobre violencia machista realizados en los mismos lugares con 20 años de diferencia: Confites en el Infierno y Confites en el Infierno+20. Desde comienzos de los años 90 el movimiento de mujeres organizadas pusimos la violencia machista en la agenda de la opinión pública, como un tema importante a discutir como sociedad nicaragüense.

En 1995 tuvimos las pruebas en la mano con el estudio sobre la violencia de pareja Confites en el infierno, dirigido por la investigadora nica-estadounidense Mary Ellsberg, en coordinación con la Universidad de Umeå (Suecia), UNAN-León y la Red de Mujeres contra la Violencia.

ley230

Algunos de los hallazgos en ese momento fueron que 1 de cada 2 mujeres había vivido violencia física o sexual por una pareja íntima y 1 de cada 4 había vivido violencia en el último año.

Con estos y otros resultados, más la recolección masiva de firmas, pudimos pelear para que se aprobara la Ley 230 en 1996. Fue un gran logro que se reconocieran como delitos la violencia sicológica, no solo la física, y la que ocurría en el ámbito familiar (no sólo en la pareja).

“Nos ayudó a conocer las dimensiones y frecuencia de la violencia y con eso logramos que se aprobara la Ley 230 que luego evolucionó a la Ley 779”, nos cuenta una de las investigadoras, quien presentó los resultados en el foro realizado por Grupo Venancia y la Red de Mujeres de Matagalpa el 25 de noviembre de 2020.

Confites en el Infierno +20

En 2016, Mary Ellsberg armó un equipo para hacer un seguimiento usando la misma metodología. Por ello entrevistaron a mil 400 mujeres y hombres entre 15 y 74 años (del campo y la ciudad en León), proveedores de servicios, instituciones de gobierno, defensoras y activistas de derechos humanos.

El nuevo estudio encontró que la violencia de pareja íntima física se había reducido en un 70 %. Ahora sabemos que las mujeres más jóvenes son más propensas a buscar ayuda ante un abuso, poseen un mayor conocimiento de sus derechos legales y tienen menos probabilidades que sus madres o abuelas a justificar la violencia en su contra.

“Encontramos que había menos mujeres sufriendo violencia que hace 20 años, en especial en las mujeres más jóvenes, pero la violencia sexual sigue siendo la materia pendiente”, nos dice la investigadora que presentó el estudio en Matagalpa.

Otro de los resultados es que más de la mitad de las mujeres nicaragüenses ha vivido alguna situación de violencia sexual alguna vez en su vida: sea acoso en el trabajo o en espacios públicos, hostigamiento a través de medios digitales, violación o intentos de violación. Esto se traduce a que 1 de cada 2 ha vivido cualquiera de estas formas de violencia, indica la investigadora.

Qué incidió en la disminución de la violencia

Algunos de los factores identificados son:

  • Tener mayor nivel educativo
  • Tener menos hijos e hijas
  • Saber que hay una ley que nos protege
  • Campañas masivas contra la violencia, series de televisión, inclusión del tema en la agenda de los medios de comunicación
  • El trabajo de las feministas y organizaciones de mujeres

“En el estudio anterior, 1 de cada 4 decía que las mujeres podían ser maltratadas por el esposo si descuidaba la casa o los hijos, si salía sin permiso o se negaba a tener sexo con el marido. Ahora cada vez menos las mujeres creen en estas justificaciones.

“En estos 20 años han cambiado marcos legales y la mente de las personas. Se reconoce que no es correcto maltratar a la pareja. Con sólo el hecho de saber que hay una ley, manda un mensaje a la sociedad de lo que no está permitido”, expresa una de las investigadoras que realizó el trabajo de campo.

El estudio demuestra que un esfuerzo coordinado para aumentar el acceso de las mujeres a la justicia, servicios integrales para las sobrevivientes y una mayor conciencia de los derechos, nos han ayudado a que como sociedad cambiemos.

“Son todas las medidas juntas y los esfuerzos de la sociedad civil, sobre todo del movimiento feminista hablando del tema y exigiendo leyes; con el trabajo que hacemos en organizaciones y comunidades. Estar unidas trabajando nos hace más fuertes”, concluye la experta.

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